Estimados padres y madres:
Como saben, aunque no lo parezca, hoy acaba el segundo
trimestre. En este centro terminábamos esta evaluación con una jornada de
convivencia en el parque del Alamillo. Sin embargo, el día de hoy solo va a
servir para poner fin a la tercera semana laboral de confinamiento. Estos días
de desconcierto e incertidumbre se han llevado por delante muchas cosas. Y es
inevitable pensar en nuestros mayores, que nacieron en medio de una guerra incivil
o en los duros años que la siguieron y ahora se van solos por culpa de una
pandemia. Pero también nos han dejado muchas otras. Hemos comprobado que las
palmas no solo sirven para tocarlas por sevillanas, sino también para agradecer
su trabajo a los que cada día se juegan literalmente la vida para derrotar a
este maldito virus.
Hemos comprendido
que las paredes de nuestra casa, aunque ahora no podamos salir de ella, pueden
dar al mar. Simplemente basta con cerrar los ojos. Hemos conocido el nombre del
vecino de enfrente, que está enfermo de corazón y ayer me decía que le duele todavía
más no poder ver el próximo lunes a San Gonzalo. Nos hemos dado cuenta de que
aún nos quedan mil libros que leer, mil películas que ver, mil canciones que
escuchar, mil casas por barrer. Hemos descubierto de repente, como dice un
amigo, lo bien que estábamos cuando estábamos regular. Y que la primavera ha venido
y nadie sabe cómo ha sido (y quién sabe si el verano). Hemos entendido que el
sonido del silencio no es solo una canción de Simon & Garfunkel, sino que
puede ser también la banda sonora del planeta, de un planeta nuevo. Porque esto
no es el fin del mundo, aunque se le parezca, sino (al menos, hoy quiero
pensarlo) el comienzo de uno nuevo.
Nos vemos a las ocho.
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